Septiembre. Vuelta de vacaciones.
Vuelta a la rutina y al propósito de todos los años de bajar esos kilos que
hemos cogido en el verano. A la hora de perder peso (más concretamente grasa,
hablemos con propiedad), ¿os habéis preguntado cómo puede variar nuestra dieta
haciendo ejercicio físico frente a no movernos del sofá o de la silla de
nuestro despacho? ¿Es posible bajar ese peso haciendo solamente ejercicio? ¿Es
tan necesaria la combinación de estos dos factores? En este primer post quiero
explicaros la relación entre ellos y su importancia.
A la hora de hacer dieta,
deberíamos conseguir una restricción calórica diaria de entre 500 y 700 kcal
con respecto a las calorías que nos correspondería ingerir (para ello os
recomiendo que acudáis a un dietista-nutricionista que os haga los cálculos
adecuados). Si esta restricción la hacemos solamente a base de la alimentación,
puede que se nos haga muy cuesta arriba llevar la dieta, pero si de (pongamos)
las 600 kcal que vamos a reducir diariamente quemamos
300 en el gimnasio haciendo una clase de aerobic, saliendo a correr 30-40 min o
nadando otros 30 min, la actividad que más nos guste; y reducimos otras 300
kcal de nuestra alimentación, nos será mucho más llevadero. A esto hay que
sumarle que el ejercicio va a atenuar la pérdida de masa muscular que se suele
producir por la restricción de calorías de la dieta y activa el metabolismo en
reposo (componente del gasto energético) haciendo que el peso se estabilice. La
actividad física no sólo es importante mientras bajamos de peso, sino también
para conseguir que esa pérdida se mantenga toda la vida, que al final es lo que
queremos. Y siempre ponemos la excusa de que no tenemos tiempo para hacer
ejercicio, pero subir escaleras en el Metro, no coger ascensores, dar un paseo
más largo con el perro, bajarse una parada antes del bus e ir andando hasta
nuestro destino también quema calorías y hace que nos movamos diariamente.
Nos ponemos ahora en el lado opuesto: queremos bajar de peso
matándonos a hacer ejercicio pero sin modificar nuestros hábitos frente a la
cocina y la mesa, ¿lo conseguiremos? Pues es muy difícil. Es algo muy común. En
una de las últimas encuestas realizadas por la OCU (Organización de
Consumidores y Usuarios) sobre los métodos a los que recurre la gente para
adelgazar, el 31% de los entrevistados reconoció que lo intentó sólo con
actividad física, sin cambiar hábitos dietéticos. Si seguimos manteniendo
costumbres diarias como tomar refrescos (132 kcal/lata + una cantidad nada
despreciable de azúcar, tanto si es normal como light), cerveza tan apetecible en verano (80-100
kcal/unidad), unas patatitas fritas de aperitivo (37 g ya son 200 kcal), licor
de hierbas después de las comidas de negocios (147 kcal/ copa 50 ml + 15 g de
azúcar), cereales azucarados (200 kcal/60 g) y un largo etcétera; y no introducimos
más verduras, hortalizas (por ejemplo, para llegar a 200 kcal de brócoli
deberías comer… ¡¡casi 600 g!!), frutas (300 g de kiwi son 200 kcal), carnes y
pescados con poca grasa, ni optamos por agua para hidratarnos y no escogemos alimentos
cuanto menos procesados mejor y formas de cocinar que incluyan poco aceite, no
sólo no lograremos esa pérdida de peso, si no que puede que incluso ganemos
algunos kilos más.
(Wise Geek) |
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